Escrita en 1961, quedó finalista en la novela estadounidense del año. Sam Mendes dirigió una película con Leonardo Dicaprio y Kate Winslet en 2008, basada en ella y ambientada en 1955.
Si
todos estamos de acuerdo que la convivencia y su rutina es una soga
que poco a poco nos va apretando y que cuando más quieres liberarte
de ella más sujeto estas; el poder contarlo y que sea verosímil o
por lo menos te sientas identificado con ello, es tarea ardua. Si la
aseveración de esta máxima es general; al estar formado por casos
particulares cada uno con sus singularidades, nos puede desvirtuar y
hacer pensar que nosotros estamos libres de esta atadura, no dándonos
cuenta de lo que esta siendo nuestra vida hasta que, como pasa en
esta novela, ya es tarde.
Nos
cuenta como personas que tienen una comodidad asegurada, (economía
saneada, familia, trabajo...), pueden ser victimas de esa “nada”
que de vez en cuando nos invade, y ser atraídas, como si de un imán
se tratara, a ese abismo emocional del que el peor enemigo eres tu, y
que esa pérdida de interés en lo que te rodea, te haga desvirtuar
una realidad por la que otros pagarían.
Existe
en esta clase de libros un sentimiento de culpa basado en la no
consecución de sus anhelos, y que al pasar el tiempo sea más
difícil obtenerlos. Se autoinculpan severamente de algo que es común
y que ellos interpretan como una desviación del camino que tenían
marcado para realizarlo; no recapacitan ni asimilan que no
necesariamente son objetivos alcanzables, al contrario, son pocos los
que pueden lograrlos.
Es el tercer libro que leo en poco tiempo (Don DeLillo y Raymond Carver) de este tipo de escritores en los que una vez acabado, siempre te queda un poso de amargura, por
comprobar en detalle unos comportamientos que se han dado en llamar
del “ciudadano medio americano de los años cincuenta”, pero que
se puede hacer extensivo a muchos de nosotros y en los momentos
actuales. Ese vacío que experimentan, es algo universal y que no
tiene fácil solución; es una tesitura cuyo origen se encuentra en
nuestro interior y que nadie nos ha enseñado a remediarla ni hay
medicamento que la neutralice. No sé si estamos hablando de una
pérdida de valores, unos principios desgastados, o unas ambiciones
desmesuradas; pero lo que sí es en todo caso, una pugna consigo
mismo en la que siempre hay un perdedor.
Esta
generación de autores que se ha dado en llamar “Realismo sucio”
(no me gusta nada el término), o a este escritor en concreto de la
“Era de la ansiedad”, nos presentan a sus personajes con muchos
elementos comunes (infancias difíciles, problemas de alcohol,
familias desestructuradas, infidelidades, aislamiento,
incomunicación...) y es verdad que nos transmiten con todo lujo de
detalles unas conductas vistas siempre bajo el prisma de un análisis
psicológico muy critico; nunca son actos reflejos, siempre tienen
que ser estudiados meticulosamente por un filtro que en la mayoría
de los casos es muy cruel. “Le deprimía pensar en la
cantidad de energía que había desperdiciado, a lo largo de los
años, adoptando la abnegada postura del que siempre pide disculpas.”
Concretando
en el libro, tenemos a una familia viviendo en una buena
urbanización, una casa agradable, dos hijos, vecinos amigos...etc.
Todo con unos tintes de normalidad exterior que se quedan hechos
trizas cuando vas avanzando y compruebas que son ellos los que poco a
poco van deteriorando esa aparente calma. La disección interior de
la que hablaba anteriormente, es la que hace que se forme una barrera
entre el matrimonio, llegando al hastío y por consiguiente a una
cohabitación insufrible. “—Y aunque lo supiera —dijo
April—, me temo que no serviría de mucho porque, ya ves, yo
tampoco sé quién soy”.
Las
ganas de cambiar por parte de ella (quiere irse a vivir a Europa), se
pueden interpretar como un deseo de huir; ¿huir de que?. Creo que si
se lo preguntásemos a ella (April Wheeler), tampoco obtendríamos
respuesta. Es esa sensación que necesitas cubrir un hueco y no sabes
con que. Su infancia difícil la sirven de lastre para una
comunicación constructiva, siendo cada vez mas complicado pretender
ahondar en su verdaderas intenciones. Todo ella es un enigma donde la
confusión y el desequilibrio campa a sus anchas. “¿Qué?
¿Me dejarás? ¿Qué se supone que es eso, una amenaza o una
promesa?”
En
cambio en él (Frank Wheeler), sí que en un principio, se puede
interpretar que ve las cosas desde un punto de vista más positivo.
Acepta irse a Europa simplemente porque ella se lo pide y es en ese
momento cuando en verdad empieza a valorar lo que tiene y que antes
le había parecido banal; así, su monótono trabajo lo admite como
mal necesario y sabe que tiene que cuidarlo. Después vemos que se vuelve reflexivo en exceso, aparece la
frustración y por último unos remordimientos que llegan tarde... Se
convierte en espectador de su propia vida.
Me ha
gustado mucho; nos muestra de una manera
magistral los pormenores de unos episodios a los que dedica mucho
tiempo. Así a modo de ejemplo, en una discusión sabemos la manera
de pensar de los litigantes; quien va ganando la “disputa” e
intentar corregir ese “resultado”. O las cavilaciones del
trabajo, en lo referente a sus compañeros o a una secretaria con la
que le es infiel a la mujer.....muy bueno. “Su cuerpo delgado
y gris, que parecía estar hecho únicamente para llenar los
requisitos mínimos de un traje cruzado de mala factura”
Me
gustaría resaltar la sensación que me produce este relato entre el
lector y nuestros protagonistas: El autor se encarga de establecer
una separación casi física. Si en algunos libros nos llegamos a
identificar con los personajes, acercarnos a ellos; aquí sucede lo
contrario; como si existiera un cristal intermedio; ellos son parte
de la historia y tu estas percibiéndolo desde el exterior y no te
puedes aproximar ni de una manera afectiva; parece que estuvieras
viendo una obra de teatro en la que no se te permite interaccionar.
Richard
Yates; ética y moral interpretadas a su manera, prosa directa con
mucho contenido, sin adornos, detalles nimios, las palabras caen como
rayos pese a quien pese “—De eso nada. Tranquila. Para qué
molestarse. No mereces que me tome la molestia de pegarte. No mereces
la pólvora que haría falta para hacerte volar por los aires. Estás
totalmente vacía…”, no hay recato, no hay prudencia al
decirnos lo que desea... Estuvo olvidado durante muchos años y se
están volviendo a editar sus obras; creo que hay que leerle para
saber la injusticia a la que se le estaba sometiendo.
Mi
puntuación de de 8 sobre 10.
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