Escrita por Tennessee Williams en 1947, ganadora del premio Pulitzer y considerada como una de las obras más importantes de la
literatura estadounidense. Según
Arthur Miller: “el fruto más esplendido del método Stanislavski”.
Representada en Broadway del 47 al 49 y origen de una película
homónima de Elia Kazan, que le sirvio a Vivien Leigh para ganar un
Oscar a la mejor actriz, entre otros premios. Gran interpretación de
Marlon Brando
Pequeña joya literaria que se nos
presenta en forma de obra de teatro, dividida en once escenas y, en
la edición que leí, un prologo de Arthur Miller y un apéndice muy
interesante consistente en una entrevista del autor consigo mismo. Su
intensidad y falta de lo “politicamente correcto”, nos hará
constatar, que la valentía a la hora de escribir también esta
recompensada.
No hay buenos ni malos; depende de las
situaciones, del momento inesperado. Así, una
situación atroz y de perversión, puede que no lo sea para el afectado. Nadie tiene los valores definidos, nadie sabe lo
que esta bien y sus consecuencias; son almas de nadie vagando en una
frontera que pasa de la dicha al abismo sin darse cuenta. Viven como
si cada mañana empezara su existencia, no le piden nada a nadie, no
quieren rendir cuentas, su destino a largo plazo es el día
siguiente y se recrean en sus miserias a fuerza de reclamarlas.
Nos cuenta la visita de una dama en
horas bajas a su hermana que vive en un barrio pobre de Nueva
Orleans. El choque emocional que la produce que habite en ese
suburbio lleno de inmigrantes, es la base donde gira toda la trama.
No entiende que alguien de su familia, clase alta venida a menos,
forme parte de esa comunidad y lleve esa forma de vida tan vulgar. A
partir de entonces y después de acusarla de huir y dejarla sola
frente a todos los problemas en su casa familiar “¡Margaret,
de aquella forma tan horrible! ¡Se puso tan enorme que no cabía en
el ataúd! ¡Y hubo que quemarla como si fuera basura!”, la
vida de Stella se desestabiliza de tal manera, que las cosas nunca
volverán a ser como antes de su llegada, se ve en medio de las
disputas entre Blanche y su marido, no sabiendo que camino tomar. No
quiere asumir la mentira permanente en la que vive la hermana
“BLANCHE: ¡Yo no quiero realismo! ¡Yo quiero magia!”
y que a su marido se le podía calificar de todo menos delicado
“STANLEY: ¡Pero mírate! ¿Tú te has visto? ¡Con ese
vestido barato y viejo, alquilado a un trapero por cincuenta
centavos! ¡Y con esa estúpida corona! Pero ¿quién te crees que
eres, una reina?”. Nos inunda con unas situaciones
comprometidas y tensas, con mucha carga sexual no explicita, que son
las que nos tendrán en vilo durante toda la obra.
Parte importante para hacernos una idea
amplia, son los vecinos y amigos de Stanley. A través de sus
comportamientos nos introducen en una atmósfera que es lo que
fielmente quiere representar el autor “(Una silla chirría
contra el suelo. Stanley da un sonoro cachete en las nalgas de
Stella.) STELLA (muy molesta): No tiene ninguna gracia, Stanley. (Los
hombres se echan a reír. Stella se dirige al dormitorio)”.
Sus peleas, boleras, póquer, alcohol, nos trasladan enseguida a ese
ambiente irrespirable y banal, carente de toda profundidad como
individuo “(Stanley se levanta hecho una fiera y llega hasta
las cortinas. Se acerca a la radio y la coge con rabia. Grita una
maldición y tira el aparato por la ventana.)”.
Uno de los puntos fuertes son sus
diálogos. Ásperos, directos, sin ningún ápice de adornar o
envolver lo que se quiere transmitir. No tiene ninguna consideración
con el receptor y lo mas cruel, no hay remordimiento; es su manera de
afrontar los hechos, forma parte de sus comportamientos cotidianos
“MITCH (quitándole las manos de la cintura): No eres lo
bastante limpia para entrar en la casa de mi madre”. Por el
contrario, y como excepción, se descuelga con algunas frases como
esta: “BLANCHE: ¿Tan tarde? ¿No te encantan estas largas
tardes de lluvia de Nueva Orleans en las que una hora no es sólo una
hora sino un trocito de eternidad caído en tus manos… y quién
sabe lo que se puede hacer con él?”.
Resaltar algunos referentes en la obra
del autor expuestas en este libro: sus continuas alusiones a un
pasado en ruinas y no siempre confesable, la no aceptación del
deterioro por el paso de los años, la fantasía trasladada a lo
terrenal, ingenuidad encarcelada por un carácter dominante y una
continua visión de lo visceral en contraposición a lo sosegado;
reacciones brutales entendidas como ordinarias y exentas de condena.
Los perfiles de los personajes están
muy bien definidos y debido a su variedad se nos hacen muy creíbles.
Ninguno nos deja indiferente, asumen unos roles muy específicos, con
sus connotaciones, en algunos casos muy primitivas que nos llevan a
una decadencia con unos pequeños filtros de afecto. “Buscaba
protección, en todas partes, en los sitios más… improbables…”.
Me ha gustado mucho, recomendable para
aquellos que no busquen romances de cuento ni finales felices, sino
para los que sean indulgentes con lo irracional y se abstengan de
toda comparación con el mundo de nuestros protagonistas.
Mi puntuación es de 7,5 sobre 10.