Nos asalta desde la primera página la
extraña sensación de unas descripciones teñidas de colores y
detalladas de una manera que no solo las imaginamos, sino que nos
llegan a producir reacciones mas allá de lo reflejado en el texto;
como un cuadro transformándose con el paso de las horas y dejando
entrever los diferentes estados de ánimo.
Hay en su recurso literario una magia
que nos permite la entrada solo como observadores de una implacable
versión que nos inunda de evocaciones sensitivas. Incluso cuando nos
delinea la perspectiva más agreste (como puede ser la falta de
belleza de nuestra protagonista), tiene ese aire de entusiasmo que
nos hace concebir algo vigoroso.
En el argumento nos precisa el viaje de
una hombre atravesando gran parte de la estepa húngara para
encontrarse con un amigo: “El comandante”, poseedor de grandes
extensiones de tierras y un castillo al que había sido invitado para
que pasase el tiempo que tuviera en gana, cuando coincidieron sus
“almas” viajeras en Italia.
Puede interpretarse como una apología
de lo verdaderamente interesante en las personas. Sin una carcasa
física envidiable, unicamente por sus actos determinantes y una
mirada que traspasa todo lo reconocible. Nos muestra, que aunque
flaquee su atracción en ocasiones, el tiempo se desprende de todo
lujo y queda lo que en verdad es determinante para llevar una vida
prospera y dichosa.
Otra cosa que me llamo la atención, es
la nula relación de jerarquía en cuanto a los comportamientos se
refiere. La convivencia con los subalternos, sentarse juntos a la
mesa, el celo en la administración, la admiración que le profesan
sin hacer falta acciones severas, nos rinde cuentas de cual cercanos
ideales nos quiere contagiar.
Paisajes, ropas, usanzas, razas,
estilos tradiciones...son escenas costumbristas que van pasando ante
nuestros ojos con unos trazos serenos, que se se deslizan con una
prosa rica en matices y haciendo mención a como las miradas captan
toda una gama de tonos que solo lo podemos apreciar bajo su prisma.
No obstante y dentro de su aparente
extrema sencillez, creo que hay que releerla; pues lo que en un
principio no se percibe como un simbolismo, esta repleto de ellos;
así que seguramente en cada nueva lectura se encontraran nuevos
significados.
Debo decir que he podido vislumbrar una
gran carga sexual (esta expuesta en el prologo). La descripciones
minuciosas de los encantos de los personajes masculinos y de las
reacciones hacía ellos, me han resultado cuanto menos: curiosas.
Con todo lo comentado anteriormente y
saboreandolo como estaba, me conformaba; sospechaba que estaba ante
la clásica narración que por la cadencia constante ofrecida, no era
previsible ninguna exaltación final para cambiar ese ritmo. Pero
nada mas lejos de la realidad; te encuentras con un desenlace
sorprendente donde el amor pausado, una paciencia bien administrada y
una alegoría del perdón, van de la mano.
Hacía tiempo que quería leer algo de
este autor y según el estupendo prologo de Ibon Zubiaur, creo que he
acertado con este libro, que aún siendo un poco peculiar (al
parecer) dentro de su obra, esta considerado como una referencia en
la literatura alemana. Me ha resultado curioso conocer detalles de su
vida, que si no apasionantes, con muchas connotaciones trasladables
al ámbito literario. Además las opiniones de admiración de
Nietzsche, Kafka, Thomas Mann o Hesse , lo hacían lo suficientemente
atractivo para ello.
Tengo que decir que las expectativas se
han superado con creces y que nos volveremos a encontrar Sr. Stifter.
Mi puntuación es de 7 sobre 10.