Nos narra la historia de Adelaida, en un País –la Venezuela chavista-
donde no impera ningún orden, no existe el Estado de derecho y la dignidad de
las personas es pisoteada de manera sistemática. “Todos nos convertimos en
sospechosos y vigilantes, travestimos la solidaridad en depredación”.
Tanto es así, que hasta en el entierro de su madre encuentra
dificultades para darle una sepultura apropiada. La vida no tiene ningún valor,
y hasta los muertos se utilizan como moneda de cambio.
Seguramente al que sea de allí, todas las descripciones de los territorios, costumbres, gustos culinarios, formas de vida, escritores nativos, expresiones…imagino que se sentirá más identificado y valorará mucho el que se transcriban. En mi caso, es el hándicap que tenía, y a pesar de ello lo viví con intensidad.
En tiempos de crisis profunda, es difícil conservar una estabilidad emocional y lo primero que se resiente es la autoestima, llegando a convencerte a ti mismo que eres el culpable de la situación o las consecuencias de tu manera de actuar. Esta agresión anímica… ese sentimiento ficticio de culpa, llega a minarte de tal manera que las consecuencias, puedes ser fatales. En este relato, Adelaida acompañada de su soledad, y la nada como equipaje, reúne las fuerzas necesarias para emprender una huida no solo física.
Creo que el objetivo de la autora es hacernos experimentar las sensaciones por las que atraviesa nuestra protagonista. Ese vacío que sientes cuando no hay nada a que aferrarse; la desolación que supone verse despojada de sus bienes y tener que claudicar para conservar la vida; la resignación que se apodera de ti hasta tal punto de fallarte las fuerzas para rebelarte; y por último, si merece la pena seguir luchando ante tanta adversidad.
Lo consigue, sin duda, nos metemos en el interior de
Adelaida y por lo tanto nos envuelve como a ella sus estados de ánimo; nos sentimos
ultrajados junto a ella; no hay donde acudir en busca de ayuda porque los
culpables son los que ostentan los cargos designados para ello. La
desprotección es tan grande que la lógica se convierte en sumisión. “Ese
país donde las mujeres siempre parieron y criaron solas a los hijos de hombres
que ni siquiera se tomaron la molestia de ir a comprar tabaco para no volver”.
Lo que menos importa es la trama, a la que considero poco consistente. Puedo decir que no sentía ninguna necesidad de saber el desenlace…me era indiferente. La irradiación de desazón es tan fiel, que la esencia del libro queda justificada.
Escribe muy bien. Me gusta los autores que al desplegar sus conocimientos y su dominio en la materia, como es el caso, no lo reflejen tal cual; que esa veracidad, no se exponga a modo de ensayo. En esta ocasión utiliza expresiones en las que mezcla lo real con lo figurado, por lo que hace su lectura más amena. “Nuestra vida, mamá, estuvo llena de mujeres que barrían para ordenar su soledad”.
Estaremos atentos a su próximo libro. Me gustaría que cambiara de tema, o si continúa con este, lo haga desde otra perspectiva, donde predomine un hilo argumental trabajado, y que el complemento sean las disquisiciones sobre la crónica a mostrar, no al revés.
Mi puntuación es de 7 sobre 10