Según mi modesta opinión, sí.
Cuando uno se encuentra ante el reto de
leer a un personaje tan emblemático, que ha marcado gran parte de mi
vida literaria, no lo hago con miedo, lo hago con pavor, por lo que
pueda resultar estos experimentos de “adueñarse” de él otro
escritor, por muy bueno que sea.
Lo primero que me preocupaba era la
ambientación teniendo en cuenta la época, después su carácter tan
genuino y por supuesto la esencia, que era lo que pensaba le
entrañaría mayor dificultad, pero he de decir, que supera con nota
alta todos estos retos y con diálogos brillantes teniendo en cuenta
la personalidad de quien estamos hablando.”-No es necesario que me
insultes. -No, tienes razón, pero me gusta”.
El libro, en realidad, no creo que sea
muy bueno, utiliza el estereotipo de estas novelas, mujer muy guapa,
rica, entra en su despacho, le encarga un trabajo, y este sospecha
que le esta engañando,
y eso es casi todo, pues, no avanza en
el caso, no tiene ese hilo de donde tirar, que en este tipo de libros
es fundamental para desentrañar el caso, no tiene esos giros que
despistan al lector, no nos da ninguna pista para ¨comernos el
coco”, sino que le van acaeciendo una serie de sucesos que nos
llevan al final, que, por cierto, lo salva bastante bien.
No puedo evitar preguntarme, que hubiera pensado Raymond Chandler, al leer este libro, y aunque la novela negra de aquel periodo y sus escritores (“el cartero... “ de M. Cain, el ingles Hadley Chase, el maestro Dashiell Hammett, la postrera Patricia Highsmith, ...) son insuperables, creo que, con un protagonista, quizá, un poco mas blandito que de costumbre, Benjamin Black (el galardonado con el Princpe de Asturias John Banville) ha elaborado el encargo de los hijos de Chandler, con dignidad.
Mi puntuación es de 6,5 sobre 10.