No encontró editor. Fue escrita antes
que Jane Eyre (1847), pero no fue publicada hasta 1857 (Charlotte
Brontë murió en 1855).
Libro que resalta con especial énfasis
las bondades del trabajo como medio para ganarse la vida, desdeñando
por tanto las utilidades de una vida holgada y ociosa que le
ofrecían sus parientes. Nos expone la renuncia incluso a la familia
más cercana para adentrarse en un mundo desconocido, sin prever las
consecuencias que este acto le puede deparar.
Nos muestra asimismo, como las
conveniencias, los celos, la posición dominante; puede a base de
tretas, intentar desestabilizar la vida de un hombre cuyo rumbo
estaba desorientado y se encontraba a merced de sus superiores, y aún
así, en dos ocasiones (con su hermano y con los directores del
centro educativo), supo sobreponerse y mantener intacto su orgullo,
para afrontar estas situaciones sin perder un ápice su dignidad “Yo
añadí que mi deseo no era tanto ser ayudado como recibir los medios
para ayudarme a mí mismo. No exigía esfuerzo de él, eso corría de
mi cuenta.”
El comienzo de la historia nos sitúa
en Inglaterra, y con un protagonista que tenía que elegir casarse
con una de sus primas y mantener su estatus dentro de una noble saga
familiar o renunciar a ello con todas sus consecuencias. Elige lo
segundo y se va con un hermano que le proporciona trabajo, quizá con
la única finalidad de alejarle de una familia que detestaba y sin
ningún aprecio fraternal. Así comenzará las aventuras nuestro
personaje que le llevará a Bélgica; un país desconocido, un mundo
por descubrir, unas costumbres de difícil cumplimiento y un amor por
explorar.
Gran libro; ameno, ágil, con el ritmo
necesario para leer sin perder el interés hasta la última página,
con una calidad literaria incuestionable y escrito en primera
persona, siendo por ello mayor la afinidad con los interesados. Además que la autora hable con el lector en algunas ocasiones
a lo largo de la obra, en mi, ya tiene mucho ganado “Bien,
lector, durante las dos últimas páginas no he hecho más que darte
miel de flores, pero no debes sustentarte únicamente de alimento tan
exquisito. Así pues, prueba un poco la hiel, apenas unas gotas, para
variar un poco.”
Hay que destacar la gran descripción
que hace siempre de sus integrantes, ya sean físicas (en ocasiones
excesivas) como en las reflexiones que se producen ante cualquier
observación o dialogo; son muy buenas, nos mete en el interior de
sus pensamientos haciendo en ocasiones un juego psicológico muy
interesante sobre los comportamientos del interlocutor. Así se
permite el lujo de comunicarnos quien va dominando la situación en
una conversación o si la reacción del oponente es mera fachada para
despistarle y le esta ofreciendo adrede esa iniciativa; muy
conseguido.
En la parte negativa, que también la
tiene, tengo dos observaciones que hacer. La primera: es muy
“faltona”, bien encubriendolo con humor o de manera explicita ,
hace un reguero de insultos que no por la audacia en su desarrollo,
resultan menos hirientes para sus destinatarios. Así pues los belgas
y franceses (los mas vilipendiados), no sé como pueden leer un libro
de estos y no sentirse indignados ante el torrente de insinuaciones y
desprecios directos a su territorio, sus rasgos, así como a sus
usanzas. La segunda: si bien en la casi totalidad del libro el ritmo
y su argumento tienen la pausa necesaria y su desarrollo es perfecto
para la identificación de los perfiles muy bien configurados, en la
última parte el desenlace es muy rápido; en pocas páginas nos
encontramos un mundo transcurrido sin apenas mención. Decir que esta
segunda objeción, es mas testimonial que efectiva, pues lo
verdaderamente interesante ya había tenido su tiempo.
Sé que Charlote Brontë vivió en
Bruselas, no sé si tiene algo de autobiográfica (en Villette sí),
pero de lo que estoy seguro es que la autora se identificaba con
Frances, así como, que el profesor sería algo parecido a su
prototipo de hombre ideal. Escritora en una época tan adversa para
ellas, tenia que tener un deber de reivindicación muy acusado “—¡Ah,
el mundo ha cambiado tanto desde nuestra juventud! —replicó la
otra—. Los jóvenes son tan conservadores hoy en día.” y
como en el caso de nuestra profesora no abandonar su oficio después
del matrimonio “Mademosielle Henri necesita más bien
mantenerse en un segundo plano. Y por otro lado, monsieur, creo que
la ambición, la ambición literaria sobre todo, no es un sentimiento
que deba abrigar la mente de una mujer.”
Por lo tanto, recomiendo de forma
entusiasta la lectura de esta novela con el deseo, que esa tacita
moraleja de los libros anglosajones de la época, donde el sustento
esta basado en el esfuerzo, deje huella en el lector.
Mi puntuación es de 8 sobre 10.
Quiero exponer aquí en toda su
extensión lo reflejado anteriormente, en lo referente a las
afirmaciones tan categóricas e insultos que realiza a lo largo del
libro. Juzgad vosotros:
- “...una auténtica vieja francesa; había sido guapa, al menos eso decía ella, y yo me esforzaba en creerla; ahora era fea como sólo las viejas continentales pueden serlo”
- “Me convencí a primera vista de que no era belga, pues su cutis, su semblante, sus rasgos y su figura eran en todo diferentes de los belgas y pertenecían sin lugar a dudas al modelo de otra raza, una raza menos dotada de carnes abundantes y sangre caliente, menos jocunda, menos material e irreflexiva."
- “Pelet había llevado una vida de soltero al auténtico estilo francés, con el debido desdén hacia las limitaciones morales, y yo me dije que su vida de casado prometía ser también muy francesa.”
- “¡Encomiable anciana! Habría sido capaz de besarla allí mismo, de no haber sido porque era demasiado vieja y gorda y tenía la cara demasiado roja.”
- “...puesto que, no habiendo encontrado visos de sensibilidad en ningún rostro humano desde mi llegada a Bélgica, había empezado a considerarla casi como una cualidad fabulosa.”
- “Una noche, Pelet volvió a casa más tarde de lo que era habitual en él, y en un estado de inequívoca embriaguez, lo que era anómalo, puesto que, si bien compartía algunos de los peores defectos de sus compatriotas, también tenía al menos una de sus virtudes, a saber, la sobriedad.”
- “...su modestia y su inteligencia me habrían inducido a ser benevolente y afectuoso con ella, pese a la fealdad casi horrenda de sus rasgos, la desproporción de su figura y la falta de vitalidad, casi cadavérica.”
- “Estos detalles parecerán muy extraños a los lectores ingleses, pero Bélgica no es Inglaterra y sus costumbres no son iguales que las nuestras.”
- “En general, las mujeres viejas del Continente, o al menos las belgas, se permiten una libertad de modales, habla y apariencia que nuestras venerables grandes damas rechazarían por absolutamente vergonzosa, y el rostro jovial de madame Reuter demostraba bien a las claras que no era una excepción a la regla de su país; en su ojo izquierdo brillaba una chispa lasciva;”
- “No hay más que pensar en la raza formal y estricta de las solteronas, esa raza que todos desprecian: se alimentan desde la juventud con máximas que las exhortan a la resignación y al sacrificio;”
- “Debes saber, ¡oh, lector incrédulo!, que un maestro tiene una relación algo diferente con una muchacha bonita, frívola y seguramente ignorante, de la que tiene una pareja de baile o un galán en el paseo.”
LIBROS DIARIO ABC.ES MADRID Día 08/02/2012
El amor prohibido de Charlotte Brontë, la autora de «Jane Eyre»
Salen a la luz las cartas que enviaba a su profesor, un hombre casado, con hijos y bastante mayor que ella.
Charlotte Brontë mantenía en secreto su amor hacia su profesor, el belga Constantin Heger, al que enviaba románticas cartas pese a que éste era bastante mayor que ella, estaba casado y tenía hijos.
Heger
destruyó las misivas, pero su esposa las recuperó de la basura,
las reconstruyó y conservó. Una de ellas, escrita en francés,
dice así: «Si mi maestro me retira su amistad, no tendré
esperanza».
En otra,
con un epílogo en inglés, puede leerse: «Debo decirle algo en
inglés -Me gustaría haberle escrito más cartas alegres porque
cuando las termino y releo las encuentro bastante oscuras- pero
perdóneme, mi querido maestro, -espero que no le irrite mi
tristeza- según las palabras de la Biblia: "La boca habla de
la abundancia del corazón", y realmente me cuesta mucho
trabajo estar alegre desde que creo que no volveremos a vernos».
Esta
última carta fue escrita en 1844, dos años después de que Brontë,
que por entonces tenía 28 años, conociera a Heger, su tutor,
y tres años antes de la publicación de «Jane
Eyre»,
su primera gran obra.
La
historia que Brontë protagonizó en su vida personal pudo inspirar
la trama de su novela «Villette»,
publicada en 1853 y en la que cuenta las desventuras de una joven
por su amor no correspondido hacia un profesor belga.
Confesión en el lecho de muerte
Según
recoge «The
Telegraph»,
cuando su hija le mostró a Heger las cartas en su lecho de muerte,
Charlotte
Brontë
ya
había fallecido a los 38 años siendo una reconocida escritora. La
familia decidió entonces ocultar la correspondencia y
el amor de la autora hacia Heger fue omitido con mucho tacto de una
biografía escrita por su amiga, Elizabeth
Gaskell.
Rachel
Foss, de la Biblioteca Británica, dijo al «Telegraph»: «Pese a
haber sido quemadas, vendidas, cortadas y destruidas, es increíble
que estas cartas hayan sobrevivido. Es muy sugestivo y conmovedor
ver los puntos de sutura, te da la sensación de que tenían una
historia que contar».
No hay comentarios:
Publicar un comentario