Ostende 1936, Stefan Zweig y Joseph Roth, dos maneras de entender la vida con una guerra en ciernes... su guerra.
Me ha resultado distante, no ha
conseguido traspasar esa barrera que existe entre un libro y el
lector cuando empiezas a leerlo, era un comienzo continuo, sin llegar
al siguiente paso, donde te identificas y te comprometes con sus
reflexiones. En este caso, tengo que decir que el autor no es el
problema, esta documentado, bien escrito y consigue una calidez
difícil de lograr en estas piezas bibliográficas; el culpable soy
yo. Me esta hablando de una situación que la veo muy lejana, no
logro armonizar en ningún momento con sus problemas y lo mas
decisivo, no conozco a casi nadie, exceptuando a nuestros dos
insignes autores y alguno que cita de soslayo (Thomas y Klaus Mann,
el pintor Ensor y poco más) y que no se encuentran en el sitio que lleva por titulo, todos los demás me son desconocidos, se trata de
editores, políticos, esposas, amantes, famosos de aquella época,
que quizá por esa ignorancia no me llegan lo suficiente para
apasionarme con sus episodios.
Se centra en el verano de 1936, aunque
nos amplía su información a años anteriores y posteriores para
darnos una perspectiva completa de los acontecimientos que
se van sucediendo en una Europa tan convulsa, empezando por el
estallido de una contienda civil en España, que servirá como
“conejillo de indias” para las maniobras y estrategias de la gran
guerra, la que afecta verdaderamente a nuestros protagonistas.

Esta disparidad se podía apreciar
hasta en sus acompañantes, mientras que Charlotte Elisabeth Altmann
“Lotte” era la fiel secretaria admiradora de todo
lo que Zweig creaba, haciéndole sugerencias para mejorar su legado
(me gustaría conocer más sobre la vida de esta mujer), en el caso
de Irmgard Keun (en la foto), se trataba de una apuesta joven que acompaño en
todos los terrenos resbaladizos por donde transitaba Roth,
convirtiéndola a su “doctrina alcohólica” y despedazándose la
vida de ambos a jirones. “Durante casi dos años fueron la
pareja mas peculiar de la emigración, el joven anciano y la sabia
dama mundana el bebedor incurable y la bebedora contenta de la vida,
dos combatientes contra el hundimiento, contra el mundo, y pronto
contra sí mismos por encima de todas las cosas”.
Esta bien detallado, te haces una idea
fidedigna de la difícil situación psicológica de ambos, así como
de los demás “turistas” que coinciden en la zona , el desvelo
predominante, es el auge del nacionalsocialismo y como los nazis se
estaban expandiendo a los países de los que eran originarios, “...el
pueblo austriaco vitorea a los nuevos gobernantes en la plaza de los
Héroes. Ya no existe la patria de Roth ni la de Stefan Zweig.”
empezaban a prohibirse sus libros en Alemania, con lo que su medio de
vida se reducía considerablemente, era una atmósfera de
incertidumbre que hacia tambalear sus principios políticos y aflorar sus “finales” económicos, a todo esto se unía, sus problemas personales, con los editores, amantes, esposas e hijos, en “pie de guerra” contra ellos “Friderike (mujer de Zweig) tenia apego a su casa de
Salzburgo, a su grandeza y a su lujo, le gustaba aparentar. Y tampoco
entendía el terror de su marido al registro. Al menos no lo
compartía. Ella podía seguir viviendo igual de bien. Ella y sus dos
hijas ya adultas.

Era lo que le faltaba a Zweig. En
cuanto oyó lo de las dos hijas, se puso furioso, aquellas
dependientes, solteras, exigentes, fatuas e inútiles eran la
cargante atadura de su vida, según se desprendía de sus cartas,
aunque su madre le pesaba todavía más.” (foto)
Me llamó la atención en esta relación
que no todo fue un camino de rosas, tenia muchos altibajos, “Hablando Joseph Roth y Irmgard Keun: En esas semanas sobre todo se han
reído mucho y a carcajadas , hasta que se le saltaban las lágrimas
a los dos. Lo que mas les gusta es burlarse de Zweig, de su
benignidad, su ingenua e inamovible fe en lo bueno de las personas,
su amor a la humanidad. Eso no puede ser verdadero, dice Roth una y
otra vez, aunque él lo sabe mejor que bien.” en ocasiones
Zweig estaba harto de Roth, de esas actitudes tan extravagantes que
soportas a un genio pero que acaban por cansarte y en este caso vemos
que el primero se iba separando cada vez mas, hasta el punto de
llegar Roth prácticamente a la indigencia, (abandonado también por
Keun, al que no soportaba mas sus celos y su carácter agresivo) y no
contestar durante mucho tiempo, a sus llamadas de auxilio en forma de
carta. Aún así, cuando Zweig recibe la noticia de la muerte de Roth
esta escribiendo en Londres a Romain Rolland y dice “Nosotros
los exiliados no llegamos a viejos. Y -lo he querido como a un
hermano.”
Nos detalla con gran profusión, la
ventura de todos los que aparecen en la narración, con una tasa alta
de suicidios y muertes tempranas principalmente debido a los excesos.
A Roth le afecta mucho la muerte de Ernst Toller, que se quita la
vida en un hotel de Nueva York. Cuando recibe la noticia esta con
Friderike Zweig (ellos se seguían viendo), pide que lo trasladen a
un hospital, donde muere días después.

Me gusta la figura de Zweig; en este
tipo de libros tienen la ventaja o desventaja que cuando vuelvas a
leer alguno de este autor te vendrá a la mente estos pormenores, en
este caso sera muy positivos, me agrada que quisiera pasar
desapercibido, que se limitara a vivir sin sobresaltos, respetuoso
hasta la mofa, educado, generoso y con ese punto de timidez y
sensibilidad para “dolerle en sus carnes”, todo lo que sucede en
una preguerra, que no por prevista, es menos espeluznante. No me
sucede lo mismo en la apreciación que me queda de Joseph Roth.
“Roth a Zweig: Le felicito por su prohibición en Alemania” “..la
abstinencia quizá prolonga la vida a largo plazo, pero a corto
plazo, hoy y ahora, la hace imposible.”
Se sabe, haciendo
referencia a su relación con España, aunque no esta reflejado en
este libro, que el uno de enero de 1942 (un mes antes de su muerte)
escribió a un amigo medico aleman en Petropolis, diciéndole lo
fascinado que estaba con “La malquerida” de Jacinto Benavente, le
había encantado su intensidad dramática, denominándola una obra "freudiana" antes de Freud.

Mi puntuación es de 6 sobre 10.