viernes, 23 de diciembre de 2016

El profesor (Charlotte Brontë) (ALBA)

No encontró editor. Fue escrita antes que Jane Eyre (1847), pero no fue publicada hasta 1857 (Charlotte Brontë murió en 1855).

Libro que resalta con especial énfasis las bondades del trabajo como medio para ganarse la vida, desdeñando por tanto las utilidades de una vida holgada y ociosa que le ofrecían sus parientes. Nos expone la renuncia incluso a la familia más cercana para adentrarse en un mundo desconocido, sin prever las consecuencias que este acto le puede deparar.

Nos muestra asimismo, como las conveniencias, los celos, la posición dominante; puede a base de tretas, intentar desestabilizar la vida de un hombre cuyo rumbo estaba desorientado y se encontraba a merced de sus superiores, y aún así, en dos ocasiones (con su hermano y con los directores del centro educativo), supo sobreponerse y mantener intacto su orgullo, para afrontar estas situaciones sin perder un ápice su dignidad “Yo añadí que mi deseo no era tanto ser ayudado como recibir los medios para ayudarme a mí mismo. No exigía esfuerzo de él, eso corría de mi cuenta.”

El comienzo de la historia nos sitúa en Inglaterra, y con un protagonista que tenía que elegir casarse con una de sus primas y mantener su estatus dentro de una noble saga familiar o renunciar a ello con todas sus consecuencias. Elige lo segundo y se va con un hermano que le proporciona trabajo, quizá con la única finalidad de alejarle de una familia que detestaba y sin ningún aprecio fraternal. Así comenzará las aventuras nuestro personaje que le llevará a Bélgica; un país desconocido, un mundo por descubrir, unas costumbres de difícil cumplimiento y un amor por explorar.

Gran libro; ameno, ágil, con el ritmo necesario para leer sin perder el interés hasta la última página, con una calidad literaria incuestionable y escrito en primera persona, siendo por ello mayor la afinidad con los interesados. Además que la autora hable con el lector en algunas ocasiones a lo largo de la obra, en mi, ya tiene mucho ganado “Bien, lector, durante las dos últimas páginas no he hecho más que darte miel de flores, pero no debes sustentarte únicamente de alimento tan exquisito. Así pues, prueba un poco la hiel, apenas unas gotas, para variar un poco.”

Hay que destacar la gran descripción que hace siempre de sus integrantes, ya sean físicas (en ocasiones excesivas) como en las reflexiones que se producen ante cualquier observación o dialogo; son muy buenas, nos mete en el interior de sus pensamientos haciendo en ocasiones un juego psicológico muy interesante sobre los comportamientos del interlocutor. Así se permite el lujo de comunicarnos quien va dominando la situación en una conversación o si la reacción del oponente es mera fachada para despistarle y le esta ofreciendo adrede esa iniciativa; muy conseguido.

En la parte negativa, que también la tiene, tengo dos observaciones que hacer. La primera: es muy “faltona”, bien encubriendolo con humor o de manera explicita , hace un reguero de insultos que no por la audacia en su desarrollo, resultan menos hirientes para sus destinatarios. Así pues los belgas y franceses (los mas vilipendiados), no sé como pueden leer un libro de estos y no sentirse indignados ante el torrente de insinuaciones y desprecios directos a su territorio, sus rasgos, así como a sus usanzas. La segunda: si bien en la casi totalidad del libro el ritmo y su argumento tienen la pausa necesaria y su desarrollo es perfecto para la identificación de los perfiles muy bien configurados, en la última parte el desenlace es muy rápido; en pocas páginas nos encontramos un mundo transcurrido sin apenas mención. Decir que esta segunda objeción, es mas testimonial que efectiva, pues lo verdaderamente interesante ya había tenido su tiempo.

Sé que Charlote Brontë vivió en Bruselas, no sé si tiene algo de autobiográfica (en Villette sí), pero de lo que estoy seguro es que la autora se identificaba con Frances, así como, que el profesor sería algo parecido a su prototipo de hombre ideal. Escritora en una época tan adversa para ellas, tenia que tener un deber de reivindicación muy acusado “—¡Ah, el mundo ha cambiado tanto desde nuestra juventud! —replicó la otra—. Los jóvenes son tan conservadores hoy en día.” y como en el caso de nuestra profesora no abandonar su oficio después del matrimonio “Mademosielle Henri necesita más bien mantenerse en un segundo plano. Y por otro lado, monsieur, creo que la ambición, la ambición literaria sobre todo, no es un sentimiento que deba abrigar la mente de una mujer.”

Por lo tanto, recomiendo de forma entusiasta la lectura de esta novela con el deseo, que esa tacita moraleja de los libros anglosajones de la época, donde el sustento esta basado en el esfuerzo, deje huella en el lector.

Mi puntuación es de 8 sobre 10.

Quiero exponer aquí en toda su extensión lo reflejado anteriormente, en lo referente a las afirmaciones tan categóricas e insultos que realiza a lo largo del libro. Juzgad vosotros:

  • ...una auténtica vieja francesa; había sido guapa, al menos eso decía ella, y yo me esforzaba en creerla; ahora era fea como sólo las viejas continentales pueden serlo”
  • Me convencí a primera vista de que no era belga, pues su cutis, su semblante, sus rasgos y su figura eran en todo diferentes de los belgas y pertenecían sin lugar a dudas al modelo de otra raza, una raza menos dotada de carnes abundantes y sangre caliente, menos jocunda, menos material e irreflexiva."
  • Pelet había llevado una vida de soltero al auténtico estilo francés, con el debido desdén hacia las limitaciones morales, y yo me dije que su vida de casado prometía ser también muy francesa.”
  • ¡Encomiable anciana! Habría sido capaz de besarla allí mismo, de no haber sido porque era demasiado vieja y gorda y tenía la cara demasiado roja.”
  • ...puesto que, no habiendo encontrado visos de sensibilidad en ningún rostro humano desde mi llegada a Bélgica, había empezado a considerarla casi como una cualidad fabulosa.”
  • Una noche, Pelet volvió a casa más tarde de lo que era habitual en él, y en un estado de inequívoca embriaguez, lo que era anómalo, puesto que, si bien compartía algunos de los peores defectos de sus compatriotas, también tenía al menos una de sus virtudes, a saber, la sobriedad.”
  • ...su modestia y su inteligencia me habrían inducido a ser benevolente y afectuoso con ella, pese a la fealdad casi horrenda de sus rasgos, la desproporción de su figura y la falta de vitalidad, casi cadavérica.”
  • Estos detalles parecerán muy extraños a los lectores ingleses, pero Bélgica no es Inglaterra y sus costumbres no son iguales que las nuestras.”
  • En general, las mujeres viejas del Continente, o al menos las belgas, se permiten una libertad de modales, habla y apariencia que nuestras venerables grandes damas rechazarían por absolutamente vergonzosa, y el rostro jovial de madame Reuter demostraba bien a las claras que no era una excepción a la regla de su país; en su ojo izquierdo brillaba una chispa lasciva;”
  • No hay más que pensar en la raza formal y estricta de las solteronas, esa raza que todos desprecian: se alimentan desde la juventud con máximas que las exhortan a la resignación y al sacrificio;”
  • Debes saber, ¡oh, lector incrédulo!, que un maestro tiene una relación algo diferente con una muchacha bonita, frívola y seguramente ignorante, de la que tiene una pareja de baile o un galán en el paseo.”


LIBROS DIARIO ABC.ES MADRID Día 08/02/2012

El amor prohibido de Charlotte Brontë, la autora de «Jane Eyre»

Salen a la luz las cartas que enviaba a su profesor, un hombre casado, con hijos y bastante mayor que ella.

Charlotte Brontë mantenía en secreto su amor hacia su profesor, el belga Constantin Heger, al que enviaba románticas cartas pese a que éste era bastante mayor que ella, estaba casado y tenía hijos.

Heger destruyó las misivas, pero su esposa las recuperó de la basura, las reconstruyó y conservó. Una de ellas, escrita en francés, dice así: «Si mi maestro me retira su amistad, no tendré esperanza».
En otra, con un epílogo en inglés, puede leerse: «Debo decirle algo en inglés -Me gustaría haberle escrito más cartas alegres porque cuando las termino y releo las encuentro bastante oscuras- pero perdóneme, mi querido maestro, -espero que no le irrite mi tristeza- según las palabras de la Biblia: "La boca habla de la abundancia del corazón", y realmente me cuesta mucho trabajo estar alegre desde que creo que no volveremos a vernos».
Esta última carta fue escrita en 1844, dos años después de que Brontë, que por entonces tenía 28 años, conociera a Heger, su tutor, y tres años antes de la publicación de «Jane Eyre», su primera gran obra.
La historia que Brontë protagonizó en su vida personal pudo inspirar la trama de su novela «Villette», publicada en 1853 y en la que cuenta las desventuras de una joven por su amor no correspondido hacia un profesor belga.

Confesión en el lecho de muerte

Según recoge «The Telegraph», cuando su hija le mostró a Heger las cartas en su lecho de muerte, Charlotte Brontë ya había fallecido a los 38 años siendo una reconocida escritora. La familia decidió entonces ocultar la correspondencia y el amor de la autora hacia Heger fue omitido con mucho tacto de una biografía escrita por su amiga, Elizabeth Gaskell.
Rachel Foss, de la Biblioteca Británica, dijo al «Telegraph»: «Pese a haber sido quemadas, vendidas, cortadas y destruidas, es increíble que estas cartas hayan sobrevivido. Es muy sugestivo y conmovedor ver los puntos de sutura, te da la sensación de que tenían una historia que contar».



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