Novela corta, escrita en 1930, en la
que pone de manifiesto las reacciones de Dorrance, según
difieren las noticias sobre su enfermedad, nos “abre en
canal” sus dudas salpicadas de egoísmo, ante lo que parece
inminente. Haciendo cómplice a Eleonor de sus temores.
Paul Dorrance y Eleanor Welwood, dos
personas que aún conviviendo juntos, no son iguales los sentimientos
que se profesan. Mientras en él, después de 15 años de relación,
piensa que debe ponerla fin “Esta era Eleanor Welwood, desde
hacia quince años la carga más pesada en su conciencia.” en
ella su mayor deseo es seguir bajo su tutela, (su docilidad queda
patente), además fue el detonante para que se divorciara del marido.
En estas estamos, cuando recibe la noticia que los resultados de la
pruebas que estaba esperando con gran recelo, son negativos, quedando
al margen de todo tipo de peligro, es en ese momento donde se
reafirma y toma mas fuerza la idea de abandonar a Eleonor; a sus 49
años le quedaba toda una vida para disfrutarla. Pero el azar le
quiere jugar una mala pasada y encuentra en el suelo una vez que se
han marchado los médicos, un informe desfavorable, con resultados
totalmente contrarios a los que le habían vaticinado anteriormente “
….los millones y millones que se creían vivos, como él lo había
creído, y que de pronto se encontraban muertos,¡como él!”.
Pensando que no le habían querido decir la verdad que el
presentía, la reacción, aquí es donde esta la parte mas
interesante y contradictoria de la narración, es pedir matrimonio a
Eleonor; “Nunca había sido su intención -la del sano,
enérgico, maduro Paul Dorrance- casarse con una mujer apagada por la
que ya hacía mucho tiempo que había dejado de sentir algo excepto
una amistosa ternura.” el apremio de lo que se le avecina y el
calvario que le espera en esa figurada agonía, hace que tome esa
decisión.“Se casaba simplemente para poner un centinela entre
él y el espectro que acechaba en su umbral”. Ella
accede de buena gana, e inician un largo y feliz viaje en el que
cumple su papel de esposa, enfermera y confidente a la perfección.
a nadie. Uno llega a preguntarse
quien es la victima y quien el verdugo, llegando a la conclusión que
los intereses de las personas, están en muchas ocasiones por encima
de los sentimientos, que los dos son reclusos de sus miedos, de sus
mentiras y de sus conveniencias.
Edith Wharton nos
hace reflexionar y profundizar mas allá de lo que estamos leyendo.
El estilo preciso pero sin perder ni un ápice la distinción, nos
deja siempre una sensación de asombro, mezclado con un poso de
tristeza.
Mi puntuación es
de 7 sobre 10.
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